jueves, 11 de marzo de 2010

Los duendes de La Soñada


Reserva natural de Miraflor, posada La Soñada. Tarde de lluvia y de inspiración.

"Escribo desde la puerta de atrás de una pequeña casita de madera que nos acoge por esta noche. Frente a mí un inmenso paisaje verde y una lluvia ruidosa que empapa los caminos y va limpiando el polvo... Es la primera vez que veo llover en Nicaragua, y esta lluvia viene también para depurar mis ideas y para ayudarme a aclarar mis sentimientos. Escucho truenos a lo lejos, y aquí un poco más cerca, escucho gallinas, caballos, las gotas caer en los charcos, y las voces de mis compañeros que sentados alrededor de una mesa, charlan despacio como si quisieran respetar los sonidos de la madre naturaleza.
Sentir aquí es muy fácil, las emociones están a flor de piel y nuestros ojos se van cargando de miradas de color oscuro que miran más allá de la retina, y con facilidad se nos clavan en lo más profundo de nosotros. Alverto, Doña Francisca, Doña Delfina, Marelin, David, Tomás, Gilbert... todos tienen unos ojos limpios, oscuros como el café que nos ofrecen, cargados de compromiso y de humildad. Unos ojos por los que hablan y cuentan historias que en unos minutos han desmoronado todos los esquemas de vida que todos guardamos dentro. No importa lo material cuando aquí el valor fundamental es la vida y saber si podrás comer al día siguiente. Aquí en Nicaragua no se hacen planes a largo plazo, nos cuenta Jimmy, no hay tiempo para eso cuando el temor vivo de la última guerra y de que el suelo que pisas tiemble y se quiebre en un instante, te impiden pensar más allá de tu presente. Vine con poco y me llevo mucho... Al mismo tiempo vine con desmasiado, y me llevo lo esencial. Nicaragua me está enseñando a vivir..."

Podría haber seguido escribiendo toda la noche, pero lo que pasó después fue mucho mejor que miles de páginas escritas. La noche fue llegando con una luna llena que ofreció la luz suficiente para que todos los duendecillos que estaban escondidos detráss de las palmeras, entre el café, bajo los charcos, y entre los escalones de la casita del árbol fueran saliendo poco a poco. No los vimos, pero sabíamos que estaban allí porque todos teníamos una sensación extraña de hormigueo en los pies que subía cosquilleando por las piernas hasta quedarse remoloneando en el estómago. Aquella noche cenamos sopa de gallina y nachos con queso, hubo hogera, música y baile nica al son la lluvia, tropical, canciones de siempre que nos sonaron como nunca, silencios que todo lo dicen y la magia en su estado puro. Gracias Laura, por habernos ofrecido la noche más especial de Nicaragua, por llenar nuestros vacíos, y lograr el equilibrio... Lo último que recuerdo fue el sonido de la lluvia desde la cama, y una mosquitera blanca que me hacía cosquillas en la nariz... Los duendes existen, y viven en La Soñada. No los ví, pero los sentí

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2 comentarios:

  1. Por fin otra vez, imagínate qué es pasar un día sin leer el periódico o sin saber qué pasa fuera de casa, pues así estamos sin tus noticias. Una tontería para lo que estás viviendo allí donde lo importante es el ahora y no pueden, ni quieren acumular cosas. Espero que cuando vuelvas sepas adaptar tu "nueva visión" a tu realidad sobreabundante.
    Las niñas me mandan besos, luego les enseño las fotos y los textos. Besos.

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  2. ¡¡¡Bea!!!. No sé cómo se me escapó esta entrada. Leí la última, pero ésta no...
    Qué bonitas las fotos y qué bonito lo que escribes... esos duendes...
    Después de vivir esta experiencia, de tocar la vida en su estado más puro, de darle importancia sólo a lo importante como es la supervivencia de cada día, me pregunto también cómo harás cuando vuelvas, para readaptarte a nuestra forma de vivir...
    Ya te contaré, pero tu/vuestra ponencia en el Ateneo sigue en pié, mi compi me ha preguntado qué te parece medidados de mayo, bueno, ya concretaremos, que finales de mayo es mucho tiempo y allí, ahora, sólo vivís el día a día y como mucho pensais en el día siguiente...

    Muchos besos enana, qué ganas de abrazarte ya!!

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